Han pasado muchos años desde que la humanidad desapareció y la Tierra fue abandonada, así que algunos me preguntan por qué me sigue interesando la historia de una civilización desaparecida hace mucho tiempo en las afueras de la Vía Láctea. Siempre intento convencerles de que aún podemos aprender algo de los humanos, si no cómo hacer las cosas, al menos cómo no hacerlas. La época de la Tierra, en particular esa época turbulenta en torno a 2070, llena de misterio y lecciones premonitorias, siempre me ha intrigado. Todo empezó a ir cuesta abajo para ellos cuando la IA inventó el viaje en el tiempo en 2042. Un invento que prometía nuevos horizontes se convirtió, en cambio, en el presagio de una caída inminente. Y ahora sus ciudades yacen en ruinas, instantáneas congeladas de los momentos apocalípticos en que todo cambió. Monumentos a una civilización que intentó alcanzar las estrellas pero se quedó tristemente corta, consumida por una ambición que no podía controlar ni comprender plenamente. Estos viajes son una búsqueda de comprensión y una peregrinación a través de los restos de un mundo que desapareció. Deambulo por bibliotecas intactas llenas de la sabiduría y la locura de las eras. Atravieso carreteras desoladas donde antes zumbaban coches impulsados por sueños y combustible, y me paro en las plazas vacías donde la gente se reunía, vivía y luego desaparecía. Las lecciones son duras, se encuentran en los detalles mundanos y en las grandes catástrofes. Está en la taza de café abandonada sobre el escritorio polvoriento de una oficina, en las sinfonías inacabadas de las salas de conciertos desoladas, y en cómo la naturaleza reclama las ciudades, susurrando la verdad eterna de que todas las cosas deben pasar. Entonces, ¿por qué viajo a estos tiempos, a un momento justo después de la abrupta desaparición de la humanidad? Porque veo advertencias, cuentos con moraleja, reflejos de los caminos que podemos pisar si no estamos alerta, los sueños que pueden desmoronarse si no somos sabios. En los restos de su mundo, en su arte, ciencia, amor y desesperación, encuentro una lección de humildad, una conexión que trasciende el tiempo y el espacio. Eran sólo habitantes de un diminuto planeta azul en las afueras de la Vía Láctea, pero en su fracaso siguen enseñándonos cómo no hacer las cosas. Ven conmigo, explora los ecos de una época en la que la humanidad acababa de desvanecerse, observa las cicatrices que dejaron tras de sí y date cuenta de que no necesitamos convertirnos en ellos, sino que debemos prestar atención a las advertencias para no repetir sus errores.